jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo 3


El domingo pasado, Engracia me lió para que fuéramos a una misa oficiada por unas monjas de clausura amigas suyas, para rezar por el alma de nuestra pobre Rosarillo. No es que yo sea creyente la verdad, pero total que una cosa llevó a la otra y me vi ahí, en misa y sin repicar.

Y empezó la función: las monjitas cantaban algo así como “Yo soy tu esclava señor, señor soy tu esclava”, letra probablemente escrita por una fan de Nacho Vidal, porque si alguien cree que esa letra es adecuada para una misa, que me perdone por mi falta de tacto musical.
Al terminar ellas, aparecieron los Tres Tenores (bueno que en realidad eran cinco) y todos nos pusimos en pie, a un ritmo que rozaba la zombificación.
 Lo de los monaguillos debe haber pasado de moda entre la juventud, ya no me imagino a los niñitos diciéndoles a sus madres “mamá, quiero ser cura” cual Concha Velasco y empezando su carrera eclesiástica cargando Hostias Sagradas y arremangando las mangas a sus superiores. Debido a esa falta de vocación de los más jóvenes, esta iglesia ha tenido que tirar de un monaguillo que debe tener la edad del Papa, o eso, o que el chaval ha repetido curso unas cuantas veces. Este monaguillo, como os digo, era un señor mayor, muy mayor, que se distinguía de los demás sólo por el color de su sotana, y perseguía a los diplodocus mayores adonde fueren, recogiendo, abriendo libros, acomodando micrófonos y limpiando los pies de Cristo cada vez que alguna señora se acercaba a darle besos ( a la imagen, no al monaguillo, claro).
En fin, que le deseo al Master Monaguillo, que su vocación no desista y que rece mucho para que, con suerte, algún día pueda dar una misa como Dios manda.

Amén, amén y más amén durante una hora y media, con un minuto de carraspeos cuando a uno de los curas que presidian la misa le sonó el móvil y salzonado con monjas sudafricanas tocando los bongos.  
Ah, y luego se levantaron las sotanas al grito de “LIBERTAD”. Bueno, eso no pasó, pero habría sido divertido.
Lo que sí pasó, y no esperaba menos, es que en mitad del versículo quinto de Nuestra Señora de la Blanca Paloma escrito por Mateo, Engracia se puso a cantar una jota de esas suyas que cantaba con su padre en el campo mientras recogían puerros para la sopa.
Y es que Engracia, es mujer de mucha fe, y que con su primeros chocheos, esta fe se acentúa hasta en los momentos más insospechados. Un verano la encontramos desnuda en la orilla del río echándose agua con un cazo por encima, gritando a las familias de veraneantes que debían bautizar a sus criaturas allí mismo.
En fin, que el tema de Engracia es motivo de exhaustiva investigación y debe ser comentado en otro momento.
Durante la misa, recordé por qué hacía tanto que no pisaba la casa del Señor. Cuando acabó, volví a jurar tras 15 bautizos, 21 bodas y afortunadamente sólo 8 entierros, que no volvería a poner un pie en una iglesia.
Mi amada y senil Engracia, debió notar, por mi cara, que ardía en deseos de pasar un poco más de tiempo con las monjitas Franciscanas y pasamos a una sala contigua donde las afables hermanas esperaban tras unas rejas. Encarceladas como presidiarias sacaban sus manitas pálidas entre los barrotes pidiendo, digo yo, algo de contacto humano ajeno al convento.
Una de ellas me agarró del brazo, como cuando te pegan un susto en las películas de miedo, y con ojos vidriosos me pidió que rezara por ella para que pudiera aguantar allí hasta los votos. No debía tener más de 24 años y yo, con toda mi chulería, le dije: - Mira niña, tú lo que tienes que hacer es salir de aquí y meterte en Gran Hermano, que estarás igual de encerrada, pero al menos, cobras.
No quise comentarle nada del edredoning, no fuera que se lo replanteara y este hecho tan mundano la echara para atrás.

Total, que pillé a Engracia en medio de otra jota y la arrastré para casa. Y no sé si Dios es más fan de los rezos de Engracia o de sus jotas, pero lo que sí sé es que ese día, a las 11:30 de la mañana de un miércoles soleado, la ambulancia descargaba en la puerta de casa a Rosario y a su hija Rosarillo empotrada en una silla de ruedas. Inválida, sí, pero viva. 


2 comentarios:

  1. Gracias por vuestros comentarios queridos cotillas, ya sabía yo que no era la única en tener un "Kit de la felicidad" jajajaja pero sigo siendo la más chula, que nadie lo dude.

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